jueves, 30 de diciembre de 2010

Café Navideño


Llevo varios días intentado actualizar, pero es que las ideas se me agolpan y las palabras no quieren salir.

Llegó la Navidad, comidas familiares, buenas caras, regalos, apariencia, villancicos. Llegó todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Pero este año todos sabíamos que serían un poco más tristes de lo normal aunque intentásemos disimularlo. Pues bien, no es que no la hayamos echado de menos, es que han pasado tantas cosas que no hemos podido ni parar un momento.

Mi 24 de diciembre comenzó así:

10:00  A la petición de: “Ya que tienes que pasar por mi casa para ir a la reunión, te importa acercarme el regalo de mis padres” y yo contestar que sí. Desviación de camino, aparcamiento, subida escaleras, beso de buenos días, entrega de regalo a sus padres con el encuentro de SU padre en el portal y yo con una bolsa con un regalo dentro: Buenos días.

Baja las escaleras, me dirijo al punto de encuentro.

10:45 No hay nadie.

10:50 Toque a mi jefe en plan “ya he llegado”.

10:55 Llamada de mi jefe diciéndome que qué quiero y que qué hago estando allí tan temprano. Se creía que era una hora menos, sí, como en Canarias.

11:30 Empieza la reunión.

14:30 Termina la reunión.

14:45 Cola del Burguer-Auto (paso de hacer publicidad que no me pagan por eso) para comer algo porque la peluquería la tengo a las 3

15:00 Peluquería.

15:45 camino de esos grandes almacenes (que tampoco me pagan por hacerles publicidad) para ultimar las compras y a recoger mi nueva cámara que ya ha llegado.

16:30 ¡Qué cola para recoger la puta cámara, qué todo el  mundo se ha puesto de acuerdo y viene a lo mismo!

16:35 Llamada de mi hermana por si puedo ir a recogerla. Fatalidad al frente (problemas personales, hasta aquí puedo leer)

17:00 Subo para hacer el seguro de mi “camarón de la isla” y me atiende la dependienta-Rudolf, que la alergia la estaba matando y yo con el estrés no daba pié con bolo.

17:35 Me echa más edad de la que tengo y ya no me cae tan bien ¬¬

18:00 Recogida de mi hermana y papelón. Esos momentos en los que no sabes qué decir y sólo te salen comentarios estúpidos para intentar quitarle crispación al asunto.

19:10 Llegada a casa (por fin) damos los regalos, y como suponía mi madre iba a descambiar el mío, no debería de afectarme porque siempre lo hace, en fin.

19:30Tienes que recoger a tu abuela que le dije a las 19:00.

- Con lo bien que acababa de aparcar el coche….

20:00 Llegada a casa de nuevo (esta vez de verdad). Mi objetivo: la ducha.

20:30 - Hay que ver que no me has ayudado a preparar nada de la Cena.

Perpleja me muerdo la lengua, a lo mejor mi madre no se ha percatado que acabo de llegar, todo es posible.

20:45 Vemos las actuaciones de Navidad de los alumnos de mi hermana, trae más vino dulce de ese que me regaló mi jefe que aunque llegue tarde a las reuniones, por esto se lo perdono.

21:00 Los 15 minutos más largos de mi existencia, el cámara tenía parkinson y se movía más que “un garbanzo en la boca de un viejo” (expresión malaguita donde las haya).

21:10 Cena. Sí, mi casa tiene que tener algún antecedente anglosajón porque las comidas siempre se hacen a horas muy tempranas.

22:00 Visionado "Especial de Rafael" (¡qué raro!)

22:30 Me tomo un café para aguantar la noche que aún me espera.

23:00 Mi padre llega de trabajar (Bien, ya me puedo ir).

23:05 Convencer a tu hermana de que lo mejor es dormir en casa y así tu no tener que llevarla a la suya que está en la otra punta de la ciudad (20 min en coche) y ya tienes bastante con llevar a tu tío (15 min en coche).

23:10 -¿Me das cobijo para dormir esta noche en tu casa cuándo volvamos de marcha? Si no tengo que dormir en el sofá porque mi casa está over-booking (convencimos a mi hermana) 

00:00 De camino en coche hasta mi destino de pernoctación. La sucesión de hechos esperpénticos (cosas que mejor me callo) me hacen pegar gritos y reír a carcajadas mientras voy conduciendo. ¿Qué otra cosa me queda? ¿No me voy a poner a llorar, no?

00:15 Llegada a casa de la persona que más ganas tenía de ver esa noche.

- Hace mucho frío para salir al centro, nos quedamos aquí calentitas y vemos

un capitulillo de “Médium”.

- ¡Vale!

No me lo pensé dos veces, hubiera visto hasta el Sálvame con tal de un poquito de tranquilidad.

 

En fin. Qué Feliz Navidad a todos. O Feliz Falsedad (como decía el villancico de Ska-p). Yo me siento como en las novelas de Valle-Inclán, con mis Navidades esperpénticas, qué cosas más raras están pasando… sin dudas unas Navidades Inolvidables.

Lo mejor de todo, la escapada romántica-expréss a Antequera. Hacía falta un poco de tranquilidad, de risas, y de abrazos.


"La capacidad de reír juntas es el amor". (Françoise Sagan, adaptada para los tiempos que corren)



 

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Coffee Drama


No more Drama!
Esta es una frase que escuché en la serie "The L word". Me hizo mucha gracia la primera vez que escuché esa expresión. Creía que sólo esas cosas pasaban en las series, en la ficción, en esa pantallita que nos hace olvidar por unos minutos de nuestras propias historias para fijarnos en las de los otros. Un término no aplicable a la vida real. De ahí las palabras como dramaturgia, dramaturgo, dramático, siempre todo vinculado con creaciones de ficción, sean en el formato que sea. 
Pues o mi vida se está convirtiendo en una serie de televisión (espero que no llegue a culebrón de sobremesa) o esta profesión mía me hace confundir términos, y voy difuminando realidad con ficción. 
Pues aunque se dijese en dicha serie que a veces la vida es: drama, drama, drama (todo esto con acento americano como lo decían ellas). Yo voy a gritar en mi acento malagueño: ¡No more drama! (Eso sí, acento malagueño pero en inglés que para eso estoy liada de nuevo con las clases).
En nuestra profesión es muy común eso de que: La realidad supera con creces a la ficción. Pues va a ser que sí.




"En estos días inciertos en los que vivir es un arte" (Celtas Cortos)



lunes, 20 de diciembre de 2010

Necesidad de café de reflexión


Tanto trabajo, tanto en el tema profesional como en el personal, me han tenido muy ocupada durante todo este tiempo. El estrés se había implantado como acompañante habitual en mis jornadas de trabajo, y en lo personal tampoco ayudaba mucho.
Es el efecto dominó. Como cuando cae la primera ficha y empuja a la siguiente, y así sucesivamente hasta que llega a la final. A esa última ficha que ni se olía que iba a terminar cayendo como las demás.
Pues así me he visto yo en estos días, a veces como en una novela de intriga, otras como en un culebrón mejicano, otras como en un gag de Benny Hill, otras como en un episodio de Friends, otras como en una página de cómic, y también como en otra realidad paralela de lo que debería/podría haber hecho y no hice.
Me he visto desde diferentes puntos de vista del sujeto, como agente activo, como lectora, como oyente, a veces come cómplice, como otra persona que no era yo, como la proyección de mi yo más malo, tonto e insolente que siempre reluce cuándo no debe. Otras como Totó visionando las películas desde la sala de proyección y disfrutando con lo que ve.
Os preguntaréis que ha que viene todo esto, pues es el resumen de todos estos días. Que ni tiempo para actualizar he tenido.
No hay que decir que los cafés han ido y venido en una perfecta sintonía, perdiendo la facultad de agradar, para deleitarme con su capacidad para espabilar o simplemente calentar el gaznate que ha hecho mucho frio en la ciudad, y mi despacho parece la sede del polo norte.
Todo ese caos que se ha producido en mi vida, no me ha dejado ni un segundo para reflexionar, para pararme a pensar, para disfrutar de mis tiempos de meditación, tan necesarios. Es más a veces es un agravante de las situaciones desagradables de esas que no queremos que pasen pero terminan pasando.
Desafíos diarios, que miden tus fuerzas en este combate, que te dejan K.O. y otros que aguantas hasta el último round antes de caerte al suelo noqueada o levantar tu brazo en señal de victoria. Esos “challenges” de los que tanto hemos hablado en clases de inglés.
De vuelta a casa, veía la luz de la ciudad. No me podía identificar con ella. Supongo que falta sintonía, supongo que a partir de mañana cambia el visor, cambia los ritmos, los ciclos, y las cadencias. Supongo que mañana cambian los colores, olores y tactos. Mañana como concepto de tiempo próximo no definido.
Esperemos que sirva de paréntesis, aunque sea un corto período de tiempo. (Ojo, yo no me voy de vacaciones –sólo un par de días- pero que los otros lo hagan ayuda bastante). Esperemos que mañana el mundo se haya relajado, y aunque este tren siga adelante sin detenimiento, al menos que disfrutemos más del viaje. Que apreciemos la belleza del paisaje, y que recupere mis momentos de reflexión, de pensar y meditar y deje de ir a lo loco, diciendo lo que pienso sin pensar lo que digo.

"Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y del universo no estoy seguro" (A.E.)

viernes, 19 de noviembre de 2010

Café Rápido


(Casa

Trabajo

Casa

Inglés

Trabajo

Casa) x5

Sopa

Mezcla de café y té

Estrés

Dolor estomacal

Estrés

Recuerda que hay que hacer esto…

No te lo he dicho, al final no era así …

Dotes de pitonisa desarrollándose

Ganas de matar aumentando (relaja)

Recordando a Berlanga

Pensamiento: continuar con el montaje de “última”

¡¿Examen de inglés la semana que viene?!

Bueno, luego te llamo

Ahora no puedo hablar, si eso luego hablamos

Te echo de menos

Tengo ganas de verte

Planificación de todo para todo

Larga semana vs corto finde

¿Dónde están los long weekends de los que tanto hablamos últimamente?

El acto de diciembre (cha-chán)

Todos nos acordamos mucho de ella

Ganas de llegar pronto a casa

Ganas de acabar

Queriendo que los días tenga 30 horas

Rememorando las palabras de mi profesor en bachillerato: el día tiene 24 horas, 8 para dormir, 8 para estudiar y 8 para divertirte… “¡sí, hombre! Pues dime cómo”.

El colmo: no hay agua en la casa, arggg!!!!

 

PERO AL FIN: VIERNES

 

“-¿Cómo quieres el café?¿Sólo?¿Con leche?¿Azúcar?¿Sacarina?

- Rápido, lo quiero rápido.”

jueves, 11 de noviembre de 2010

Temporalmente de baja cafeadicta


Sí ha llegado. No es la primera vez que me lo sugieren. No es la primera vez que alguien me lo dice. No es la primera vez que una que yo me sé me insiste en que no tome más café. No es la primera vez que yo misma me lo digo (e incluso a veces me lo creo). Pues no, no era la primera vez. Pero aquellos señores vestidos de azul con reflectantes en mi habitación, que entre el estado de aturdimiento por el dolor, el olor del alcohol etílico y el ver sus caras borrosas al no tener puestas las gafas, me creaban un estado de embriaguez que ni en mis mejores borracheras. Pero aquellas palabras sonaron claramente en mi cabeza despejando todo atisbo de confusión. Había llegado el momento. A medida que iba hablando ya sabía que implicaba todo aquello: no más café por una temporada.

Pues nada, mi primer día sin café fue llevadero porque después de estar toda la noche sin dormir, me iba quedando dormida por los rincones (y eso hubiese pasado con o sin café) y no lo noté apenas. Este segundo día, pss… se va llevando. El dolor estomacal es tan molesto (por ser políticamente correcta y no decir “coñazo”) que creo que lo puedo ir llevando. Eso sí, como lo hecho de menos. Ese aroma, ese sabor... con lo que pega tomarse uno calentito cuando el frío empieza a apretar. Pues nada de nada. Por ahora y hasta que me encuentre bien, lo tengo que sustituir por infusiones (que me gustan pero no es lo mismo, donde va a parar). Así que esta cafeinómana, se encuentra de baja temporal (contra su voluntad), que digo yo que podría aplicarse también al trabajar, y con una que yo sé a mi lado, que así una se recupera antes, vamos, digo yo.

"El té carece de la arrogancia del vino, del individualismo consciente del café y de la inocencia sonriente del cacao." (Anónimo)

domingo, 31 de octubre de 2010

De cafés, recuerdos y heridas

El segundo café de esta mañana sabe a dolor de garganta y a desajuste horario, que después de acostarme a las dos y media de la mañana, me he despertado a las ocho y media, sin pensar que en realidad eran las siete y media, y me he dicho para qué voy a salir a pasear a Cuqui y a comprar el periódico si aún no ha abierto el kiosco. Y entre unas y otras, al final me he quedado dormida en esos sueños duermevelas en el que no distingues si estás dormido o despierto, si lo que pasa es real o es parte de tu sueño.
En fin, al final, y tras ser un poco más persona, la mañana la he pasado trabajando y leyendo, ocupada para que no me invadan los recuerdos en un día como hoy, como ayer, como mañana.
Cada día que pasa, se cree una que va a ir superándolo. Pero cada día que pasa es peor. Es como esa gota que cae en un mar en calma y cada vez la onda que dibuja se va haciendo más grande. Y más grande. Y más grande. Quisiera que no fuese así, pero me da a mí la sensación que voy a tener que empezar a aprender a vivir con ello, a resignarme aunque no quiera, y aunque me niegue a creerlo.
Como diría Queen, “Show must go on”.
Así que aunque no comparta esas creencias, esta noche seré partícipe de esa festividad que llaman Halloween, esta noche me pintaré la cara, me pondré una máscara y saldré a reírme de ella, la que se la llevó, la causante de que vuelvan los recuerdos.
P.D. Ella también se llevó a uno de los grandes. Ayer se cumplieron cien años de su nacimiento, por eso quería compartir sus 3 heridas, aún abiertas, a veces también, aún muy mías.


Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.

Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor. (Miguel Hernández)





lunes, 25 de octubre de 2010

Save the last coffee for me




Mis amigos suelen decir que siempre tengo una canción para cada momento. Siempre tengo una salida musical para cada ocasión, es decir alguien una palabra concreta que a mí me recuerde a una canción que la contenga y empezar a tararearla. En ocasiones esos pequeños arranques interpretativos involuntarios suelen quitarle importancia al asunto que se está tratando, y en algunas ocasiones suelen ser el antídoto, la solución al problema. En otras, por el contrario, ese arranque interpretativo involuntario se cuela en el peor de los momentos y el efecto que crea es totalmente el opuesto, y es que hay gente que no tiene sentido del humor, o no perdona un tarareo fugitivo.
El nuevo sitio que he descubierto y elegido para comprar mi segundo café de la mañana para llevar, tiene su melodía propia. La primera mañana no le hice caso. A la segunda me llamó la atención. A la tercera mañana pensé que era casualidad. A la cuarta dije: “no me lo puedo creer”. Y sí señores, a las 09:55 a.m (una hora menos en Canarias) suena todas las mañanas en el hilo musical de la cafetería la siguiente canción (esto no se merece un hipervínculo en una palabra, esto se merece el link entero):
http://www.youtube.com/watch?v=hL12IHK3-fk&ob=av2n
Y así, con esas me voy al trabajo, que no tengo yo nada en contra de este cantante, pese que a alguien que yo me conozco le guste tanto. Al principio pensaba que si no había más canciones en ese hilo musical para que siempre, y con puntualidad británica, suene esa precisamente. Aunque ahora me divierte, y me voy siempre canturreándola hasta subir al despacho.
Pero este fin de semana (que era lo que iba a contar yo) las canciones que sonaban en el hilo musical de mi casa (y mi cabeza) eran unas bien distintas. Y entre ellas, Save the last dance for me de The Drifters, una canción, a mi parecer, muy buena. Fácil de escuchar, al menos yo no me canso, y con una petición de lo más romántica y peculiar.
Y este fin de semana, me has reservado el último baile, pese a que no sepas y no te guste bailar. Pero, aunque me guste que me reserves el último baile, no soy una bailarina empedernida. Así que para que esta canción pueda incorporarse definitivamente a mi hilo musical personal, te haré una petición diferente:
Save the last coffee for me (y el primero de la mañana, que me sabe mejor cuando lo tomamos en compañía y con los ojos aun pegados de sueño)



"Aquél café de la madrugada, no fué tan placentero como aquella noche que dormí a tu lado" (Anónimo)


miércoles, 20 de octubre de 2010

El café migrañero y la intención de ir a la cervezoterapia


¡Ay! Si ya lo sabía yo , hoy no iba a ser una buena mañana, y mucho menos un buen día. El que me sentase mal el café de la mañana, mi dosis necesaria para arrancar, no era buena señal. Supongo que ha pesado más el cansancio acumulado y el salir a las tantas ayer de trabajar, que el escuchar esta mañana, que también tiene tela, la noticia de las personas mayores y su prohibición de jugar al bingo, ¡qué mal harán ellos! Por esa regla de tres mi abuela de pequeña solo intentaba que yo fuese una delincuente en potencia y no, simplemente, distraerme como creíamos tanto ella como yo.

Iba para el trabajo, con una mala cara, que por mucho aparentar, el mal cuerpo y el careto que gastaba no me lo quitaba nadie, y mucho menos engañaba a nadie. Las gafas de sol disimulaban mis ojeras, pero no podía estar toda la mañana con ellas puestas, aunque me hubiese gustado.

La simple idea de no poder tomarme otro café hasta después de comer me aterrorizaba, iba a ser incapaz, iba a resultarme imposible. Por eso y como iba con tiempo, porque Cuqui (mi perro) se ha encargado de despertarme 10 minutos antes de que sonase el despertador (detallazo por su parte pues un despertar suyo es mejor que el del despertador), he decidido tomarme un café, porque la idea de aguantar toda la mañana tomándome sólo un zumito, pues como que no.

Aún así,  con mi dosis de cafeína revitalizadora, ha llegado. Hacía tiempo que no venía, hacía tiempo que no sabía de ella, pero hoy decidió aparecer. ¡Bienvenida Migraña! Y sí, tiene que ser Migraña esta vez y no Jaqueca, porque quiero, con mis instintos asesinos que afloran, arrancarme la cuenca del ojo derecho de cuajo.

Pero en fin, echado todo lo que me tenía que echar, hecho todo lo que tenía que hacer, y tomado todo lo “tomable” posible, que si me parase la policía daba positivo en estupefaciente fijo, pues pese a todo ello, ahí sigue cada vez más leve pero ahí sigue.

Pero nada, y mucho menos ella, me va a impedir ir a mi cita semanal de Cervezoterapia, cuando llegan las 6 de la tarde suelo cambiar cerveza por café, y la cervezoterapia de los miércoles, en ese bar al que nosotros le cambiamos el nombre porque nos gusta más, esa cita es imperdonable.

Seré buena y no tomaré cerveza, pero necesito la terapia semanal, aunque al menos sea para contar mis sueños sádico-terroríficos a modo de película con Juan Echanove, y es que supongo que eso de los sueños me lo tendría que mirar un especialista, porque sinceramente, lo que sueño no es normal. Algunos dicen que estoy loca, que es de psiquiatra lo mío, otros dicen que soy un genio y que no dejo de crear (pelotas), otros, y los más sinceros, dicen que es porque no descanso bien (teoría que más me convence). Y la verdad llevo así mucho tiempo, y puede que sea el motivo de la visita inesperada de Migraña, y puede que sea el motivo de mis “pajas mentales” y puede que sea el motivo de muchas más cosas.

Pero la verdad, y como dice el dicho (valga la redundancia) sarna con gusto no pica. Y no me veo sin café, sin cerveza y mucho menos sin mis sueños (una lleva tanto tiempo que ya se acostumbre a vivir noche tras noches historias cuanto menos curiosas).

Además, la cervezoterapia lo cura todo, si no lo habéis probado, hacedlo. Migraña se vendrá esta noche, y espero que se emborrache ella y me deje en paz para poder seguir disfrutando de la velada, que ya por hoy la he aguantado suficiente.

"Mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas." (Manuel Vicent)

miércoles, 13 de octubre de 2010

Hoy el café tiene un sabor triste


Es lo que sucede cuando una se pasa el día de fiesta nacional incomunicada con el mundo exterior. Me entero (y como casi de todo) siempre tarde, y la noticia me pilló por sorpresa, y sinceramente, no sé si debido a que ya son muchas perdidas las que me ha tocado vivir últimamente, o simplemente por mi gran pasión por el cine español, lo he sentido muchísimo.

Se ha ido como vivió. Siempre de secundario (que no por eso menos importante), sin hacer ruido, detrás del verdadero protagonista (en este caso la Virgen del Pilar cómo no cederle el protagonismo a tal dama, diría él).
Se ha ido el último de los 4 jinetes, como los suelo denominar yo. Los cuatro han protagonizado la mejor de las escenas posibles de protagonizar, han sido los 4 grandes por excelencia en el panorama del cine español, desde los años 40 aproximadamente hasta el último de sus días, porque la muerte los sorprendió a los 4 casi encima de los escenarios. Siempre he demostrado yo gran admiración por el hecho de poder memorizar esos diálogos a una cierta edad, y encima, hacerlo tan bien.
Agustín González, Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez, y ahora, Manuel Alexandre.
Ellos que han estado casi 70 años haciendo películas (ya se dice pronto) y que nos han dejado numerosos y excelentes títulos, los cuáles no voy a nombrar porque me llevaría mucho tiempo y posiblemente, otra entrada en el blog. Leyendo las noticias sobre la muerte de Alexandre, me he sorprendido (y no sé por qué, porque era un todoterreno) al leer que ha realizado la friolera de 300 películas, sumándole las obras de teatros y series de televisión que tampoco han sido pocas. Toda su vida dedicada a esta profesión, a este maravilloso arte de contar historias.

Lo he sentido muchísimo, era como un abuelo, mejor aún, era Don Mati, (¿quién no se acuerda de Don Matías?).
Mi más sentido pésame a la familia, y a todos los que amamos este loco mundo del cine, pues hoy el séptimo arte está de luto.

Hoy el café, esos que tanto habrás tomado durante las tertulias de la Juventud Creadora en el magnífico Café de Gijón de Madrid (C/ Recoletos), cuna de muchos artistas, tiene un sabor triste, aunque por otro lado, pienso que te estarán esperando, a prisa, porque comienza la función y tienes que entrar en escena, Agustín, Fernando y José Luis.

Siempre se van los mejores.

“Soy variable: un café, o un té con gotas, una horchata... Depende de cómo tengo el humor.” (Manuel Alexandre)

domingo, 10 de octubre de 2010

El aroma impregnado


Sábado por la mañana, bueno, técnicamente sería más correcto decir al mediodía, todo en silencio, sólo las gotas de lluvia golpeando en los cristales rompe el silencio en la habitación. No hay prisas, ni despertadores, ni cargo de conciencia que nos impida seguir durmiendo. Despertamos silenciosamente y sorprendidas al mirar el reloj. Hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de un sábado así, sólo para nosotras. Nos dirigimos casi por inercia hacia la cocina para meternos nuestra dosis de cafeína diaria, pero hoy sabe diferente. Hoy se bebe sólo por placer. El aroma del café impregna nuestra mañana de sábado, y nos marca las pausas que hemos de seguir para disfrutar de esa mañana, que ambas sabemos, tardará mucho en repetirse. Una mañana marcada por la lluvia, el café, y el modelado de plastilina que nos hace disfrutar como unas niñas pequeñas. Nada más importa. Desayuno a la hora de comer, almuerzo a la hora de merendar. No tiene manillas nuestro reloj en el día de hoy, nosotras marcamos el ritmo. Y para terminar, el mejor de los finales, pese a que la noche se interrumpiese porque nos volvió a atrapar el reloj, el cargo de conciencia, y el despertador que sonaría a la mañana siguiente.

"El mejor café, el que se toma en buena compañía"

P.D La foto es del delicioso café que nos tomamos en una carismática cafetería de Cracovia, cuando de repente nos sorprendió una tomenta en pleno mes de agosto.

jueves, 30 de septiembre de 2010

El mejor sabor


Ayer no hicieron falta cafés para mantenerme despierta. El estado de nervios me lo desató una llamada inesperada, para una entrevista impensable y una respuesta magnífica.
Ese estado de nervios fue experimentando una evolución un tanto curiosa. Del nerviosismo previo a esa entrevista, que te sube la moral al abrirse una puerta a una nueva oportunidad, al nerviosismo histérico de estar arreglada, de punta en blanco, para dicha entrevista una hora antes, sentada en tu sofá y mirando sin parar el reloj como si así las horas fuesen a pasar más rápido. De ese nerviosismo, pasé al nerviosismo del arrepentimiento: tenía que haber dicho esto, tenía que haber dicho aquello, no tenía que haber hecho ese gesto, mejor aquel otro…
Ese nerviosismo, pasó al estado de alerta de un “ya te llamaremos esta tarde” que me mantuvo con el corazón en un puño y que me hacía pegar un salto y tener una aceleración de las pulsaciones cardiacas cada vez que me sonaba el móvil. Mi propia imagen me recordaba a una María Esteve desesperada gritando al teléfono que sonase en la película “Nada en la Nevera” (dejó aquí el enlace, no he encontrado la escena concreta al a que me refiero, pero servirá para que os hagáis una idea a aquellos que no han visto la película -una película que me encanta y con la que me parto siempre que la veo-).
Pero al final pasó, la llamada llegó y la respuesta fue la mejor que podían escuchar mis oídos. Las manos me temblaban (y no debido a la ingesta de cafeína), la voz me salía temblorosa, lo había conseguido. Estaba que no podía contener la alegría, y una sonrisa me esbozaba de oreja a oreja. No me lo podía. No me lo puedo aún creer.
Las cosas vienen, sin más. Y ya era necesario, necesitaba un cambio, necesitaba resurgir, cuál ave Fénix, de mis cenizas. Necesitaba un golpe de suerte, y que las cosas empezasen a ir mejor.
Y el mejor sabor del día de hoy, no ha sido el de una taza de café, sino el que me han dejado mis compañeros del anterior trabajo. Una cálida despedida, que me ha hecho sentir todo el cariño que hemos estado cosechando conjuntamente todo este tiempo atrás.

"Tú crees en el ron del café, en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados." (Paul Verlaine)

domingo, 26 de septiembre de 2010

Café de la tarde y esas cosas que es mejor no ver/no leer/no saber





Sin duda la necesidad de beberme este café de la tarde no es cuestionable, pese a mis malestares estomacales de los últimos días। Las pocas horas de sueño diarias venideras de la visita a la mente de recuerdos, preocupaciones y estreses varios, me hacen que venga a trabajar haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener los ojos abiertos, con lo cual este café es más que necesario (si se pudiera diría que me lo inyectasen directamente en vena).

Quizás el gato negro atropellado (una imagen bastante desagradable) que he visto en la puerta al entrar, o el pájaro muerto (negro también) que vi el otro día a la entrada de mi retorno a las clases de inglés, sean señales de un mal presagio, algo que se acumula a la serie de infortunios que se acometen en mi vida en estas últimas semanas.
He sido receptora de la noticia, casi por sorpresa, y sin esperármelo. Sin buscarlo ha llegado ante mí, algo que se creía superado (en proceso de cicatrización) y que podía haber seguido así, porque tener esa información sólo hace que te den ganas de patalear como un niño chico, y que entres en un estado de rabia al sentir como si te hubieran tomado el pelo (otra vez).
Cosas que mejor no saber, no enterarse, porque ya nada va a cambiar, ya no se puede.
Dicen que la ignorancia es felicidad, pues creo que en algunos casos, sí.
Este es el caso.


Si no hay café para todos, no habrá para nadie. (Ernesto “Ché” Guevara)

martes, 14 de septiembre de 2010

El café más amargo


Hace unos días (porque sí, solo han pasado unos días, aunque hayan sido tan intensos que parezcan una eternidad) me tomé los cafés más amargos de mi vida. Me tomaba cada tarde ese café viendo a mi lado como, a cada aliento cada vez más débil, se iba marchando poco a poco la persona que me enseñó a amar esta bebida.
Me enseñó a apreciarla, su sabor, su olor, sus tipos (que para eso en Málaga tenemos un nombre para cada tipo según la cantidad de café que contengan). Ella me recordaba que yo provenía de una familia “muy cafetera”, y eso siempre me hacía esbozar una sonrisa, al menos mi vicio estaba justificado, era la mejor de las herencias.
Nuestros encuentros siempre significaban un café de por medio, qué le íbamos a hacer, nos encantaba esa bebida, y sobretodo disfrutarla con los nuestros, otra de las herencias que más orgullosa me hacen sentir.

Ojalá nunca me hubiera tenido que tomar aquellos cafés, que por mucho que quisiera endulzarlos se amargaban con el dolor del momento.

Y ante la impotencia de no poder hacer nada más que dar mucho apoyo y amor, sólo me quedaba esperar, amarga espera, amargo sabor, amargo adiós.

“La venganza es como el café, por más azúcar que se le ponga, siempre deja un sabor amargo” (Anónimo).