
Se vuelve a la rutina, se vuelve al reloj, a que las manillas midan a cada segundo el tiempo que está pasando. Ese tiempo que no vuelve. Según el consejo de un amigo mío, en períodos de vacaciones no llevo reloj, me lo sugirió una vez y cuando lo llevas a cabo engancha y mucho. Ahora día tras día siento que el reloj se adhiere a mi muñeca a modo de grillete y no cada vez lo aguanto menos. Yo siempre he sido de llevar reloj, de controlar el tiempo, de intentar dirigirlo pero sin duda, cada vez que pasan más los días, los meses, los años te das cuenta que es inútil, que el que lo controla todo es él con su tic-tac que a más de una le resulta insoportable.
El hecho es que ahora el reloj va a contratiempo, cada segundo que pasa es uno más que se resta. Sabes que tiene una fecha de caducidad pero eso no quita que no vayas a sentir esa vertiginosa pérdida del tiempo. Mi tío me comentó una vez que la vida son etapas, etapas que empiezan y que acaban. Qué razón tiene.
Sin duda, cada vez soy más consciente que es inútil luchar contra el tiempo. No vuelve, y cada segundo es irrepetible. Pasa rápido, cada año más rápido. Revives acontecimientos que sucedieron en esas mismas fechas en años pasados, pero sabes que no se vuelven a repetir, que son simplemente fantasmas del recuerdo. No eres la misma persona, hoy eres más completo de la experiencia que pasó, no son las mismas circunstancias y no es el mismo tiempo.
En resumidas cuentas, no sé por qué reflexiono últimamente tanto sobre esto. Hoy de camino al trabajo he visto la, esa Plaza de la Libertad como se ha estado llamando durante todo este largo mes, y que hoy estaba vacía. Era inevitable no quedarse mirándola y sintiéndola extraña. Pero uno se acostumbra. Nos acostumbramos a verla como cama para los soñadores que motorizaron el movimiento 15m en Málaga, y supongo que nos acostumbraremos a verla nuevamente vacía. Nos acostumbramos a no volver a ver caras, ni oír voces, nos acostumbramos a circular por el carril bici, a llevar casco, a no fumar en los bares… todo es cuestión de acostumbrarse. Somos seres amoldables (que no conformistas) y supongo que me tendré que amoldar a que sea el tiempo el que controle, pues la acción inversa es totalmente imposible, por lo menos ya no está tanto en mis manos como creía que estaba.
Sólo me queda pensar y aplicar la frase que allá por 2004 leí en un bar de Madrid llamado “Las cuevas de Sésamo” creo recordar, y que decía así:
"No hay cura para el nacimiento y la muerte, excepto disfrutar del intervalo". (Santayana)
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