domingo, 31 de octubre de 2010

De cafés, recuerdos y heridas

El segundo café de esta mañana sabe a dolor de garganta y a desajuste horario, que después de acostarme a las dos y media de la mañana, me he despertado a las ocho y media, sin pensar que en realidad eran las siete y media, y me he dicho para qué voy a salir a pasear a Cuqui y a comprar el periódico si aún no ha abierto el kiosco. Y entre unas y otras, al final me he quedado dormida en esos sueños duermevelas en el que no distingues si estás dormido o despierto, si lo que pasa es real o es parte de tu sueño.
En fin, al final, y tras ser un poco más persona, la mañana la he pasado trabajando y leyendo, ocupada para que no me invadan los recuerdos en un día como hoy, como ayer, como mañana.
Cada día que pasa, se cree una que va a ir superándolo. Pero cada día que pasa es peor. Es como esa gota que cae en un mar en calma y cada vez la onda que dibuja se va haciendo más grande. Y más grande. Y más grande. Quisiera que no fuese así, pero me da a mí la sensación que voy a tener que empezar a aprender a vivir con ello, a resignarme aunque no quiera, y aunque me niegue a creerlo.
Como diría Queen, “Show must go on”.
Así que aunque no comparta esas creencias, esta noche seré partícipe de esa festividad que llaman Halloween, esta noche me pintaré la cara, me pondré una máscara y saldré a reírme de ella, la que se la llevó, la causante de que vuelvan los recuerdos.
P.D. Ella también se llevó a uno de los grandes. Ayer se cumplieron cien años de su nacimiento, por eso quería compartir sus 3 heridas, aún abiertas, a veces también, aún muy mías.


Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.

Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor. (Miguel Hernández)





lunes, 25 de octubre de 2010

Save the last coffee for me




Mis amigos suelen decir que siempre tengo una canción para cada momento. Siempre tengo una salida musical para cada ocasión, es decir alguien una palabra concreta que a mí me recuerde a una canción que la contenga y empezar a tararearla. En ocasiones esos pequeños arranques interpretativos involuntarios suelen quitarle importancia al asunto que se está tratando, y en algunas ocasiones suelen ser el antídoto, la solución al problema. En otras, por el contrario, ese arranque interpretativo involuntario se cuela en el peor de los momentos y el efecto que crea es totalmente el opuesto, y es que hay gente que no tiene sentido del humor, o no perdona un tarareo fugitivo.
El nuevo sitio que he descubierto y elegido para comprar mi segundo café de la mañana para llevar, tiene su melodía propia. La primera mañana no le hice caso. A la segunda me llamó la atención. A la tercera mañana pensé que era casualidad. A la cuarta dije: “no me lo puedo creer”. Y sí señores, a las 09:55 a.m (una hora menos en Canarias) suena todas las mañanas en el hilo musical de la cafetería la siguiente canción (esto no se merece un hipervínculo en una palabra, esto se merece el link entero):
http://www.youtube.com/watch?v=hL12IHK3-fk&ob=av2n
Y así, con esas me voy al trabajo, que no tengo yo nada en contra de este cantante, pese que a alguien que yo me conozco le guste tanto. Al principio pensaba que si no había más canciones en ese hilo musical para que siempre, y con puntualidad británica, suene esa precisamente. Aunque ahora me divierte, y me voy siempre canturreándola hasta subir al despacho.
Pero este fin de semana (que era lo que iba a contar yo) las canciones que sonaban en el hilo musical de mi casa (y mi cabeza) eran unas bien distintas. Y entre ellas, Save the last dance for me de The Drifters, una canción, a mi parecer, muy buena. Fácil de escuchar, al menos yo no me canso, y con una petición de lo más romántica y peculiar.
Y este fin de semana, me has reservado el último baile, pese a que no sepas y no te guste bailar. Pero, aunque me guste que me reserves el último baile, no soy una bailarina empedernida. Así que para que esta canción pueda incorporarse definitivamente a mi hilo musical personal, te haré una petición diferente:
Save the last coffee for me (y el primero de la mañana, que me sabe mejor cuando lo tomamos en compañía y con los ojos aun pegados de sueño)



"Aquél café de la madrugada, no fué tan placentero como aquella noche que dormí a tu lado" (Anónimo)


miércoles, 20 de octubre de 2010

El café migrañero y la intención de ir a la cervezoterapia


¡Ay! Si ya lo sabía yo , hoy no iba a ser una buena mañana, y mucho menos un buen día. El que me sentase mal el café de la mañana, mi dosis necesaria para arrancar, no era buena señal. Supongo que ha pesado más el cansancio acumulado y el salir a las tantas ayer de trabajar, que el escuchar esta mañana, que también tiene tela, la noticia de las personas mayores y su prohibición de jugar al bingo, ¡qué mal harán ellos! Por esa regla de tres mi abuela de pequeña solo intentaba que yo fuese una delincuente en potencia y no, simplemente, distraerme como creíamos tanto ella como yo.

Iba para el trabajo, con una mala cara, que por mucho aparentar, el mal cuerpo y el careto que gastaba no me lo quitaba nadie, y mucho menos engañaba a nadie. Las gafas de sol disimulaban mis ojeras, pero no podía estar toda la mañana con ellas puestas, aunque me hubiese gustado.

La simple idea de no poder tomarme otro café hasta después de comer me aterrorizaba, iba a ser incapaz, iba a resultarme imposible. Por eso y como iba con tiempo, porque Cuqui (mi perro) se ha encargado de despertarme 10 minutos antes de que sonase el despertador (detallazo por su parte pues un despertar suyo es mejor que el del despertador), he decidido tomarme un café, porque la idea de aguantar toda la mañana tomándome sólo un zumito, pues como que no.

Aún así,  con mi dosis de cafeína revitalizadora, ha llegado. Hacía tiempo que no venía, hacía tiempo que no sabía de ella, pero hoy decidió aparecer. ¡Bienvenida Migraña! Y sí, tiene que ser Migraña esta vez y no Jaqueca, porque quiero, con mis instintos asesinos que afloran, arrancarme la cuenca del ojo derecho de cuajo.

Pero en fin, echado todo lo que me tenía que echar, hecho todo lo que tenía que hacer, y tomado todo lo “tomable” posible, que si me parase la policía daba positivo en estupefaciente fijo, pues pese a todo ello, ahí sigue cada vez más leve pero ahí sigue.

Pero nada, y mucho menos ella, me va a impedir ir a mi cita semanal de Cervezoterapia, cuando llegan las 6 de la tarde suelo cambiar cerveza por café, y la cervezoterapia de los miércoles, en ese bar al que nosotros le cambiamos el nombre porque nos gusta más, esa cita es imperdonable.

Seré buena y no tomaré cerveza, pero necesito la terapia semanal, aunque al menos sea para contar mis sueños sádico-terroríficos a modo de película con Juan Echanove, y es que supongo que eso de los sueños me lo tendría que mirar un especialista, porque sinceramente, lo que sueño no es normal. Algunos dicen que estoy loca, que es de psiquiatra lo mío, otros dicen que soy un genio y que no dejo de crear (pelotas), otros, y los más sinceros, dicen que es porque no descanso bien (teoría que más me convence). Y la verdad llevo así mucho tiempo, y puede que sea el motivo de la visita inesperada de Migraña, y puede que sea el motivo de mis “pajas mentales” y puede que sea el motivo de muchas más cosas.

Pero la verdad, y como dice el dicho (valga la redundancia) sarna con gusto no pica. Y no me veo sin café, sin cerveza y mucho menos sin mis sueños (una lleva tanto tiempo que ya se acostumbre a vivir noche tras noches historias cuanto menos curiosas).

Además, la cervezoterapia lo cura todo, si no lo habéis probado, hacedlo. Migraña se vendrá esta noche, y espero que se emborrache ella y me deje en paz para poder seguir disfrutando de la velada, que ya por hoy la he aguantado suficiente.

"Mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas." (Manuel Vicent)

miércoles, 13 de octubre de 2010

Hoy el café tiene un sabor triste


Es lo que sucede cuando una se pasa el día de fiesta nacional incomunicada con el mundo exterior. Me entero (y como casi de todo) siempre tarde, y la noticia me pilló por sorpresa, y sinceramente, no sé si debido a que ya son muchas perdidas las que me ha tocado vivir últimamente, o simplemente por mi gran pasión por el cine español, lo he sentido muchísimo.

Se ha ido como vivió. Siempre de secundario (que no por eso menos importante), sin hacer ruido, detrás del verdadero protagonista (en este caso la Virgen del Pilar cómo no cederle el protagonismo a tal dama, diría él).
Se ha ido el último de los 4 jinetes, como los suelo denominar yo. Los cuatro han protagonizado la mejor de las escenas posibles de protagonizar, han sido los 4 grandes por excelencia en el panorama del cine español, desde los años 40 aproximadamente hasta el último de sus días, porque la muerte los sorprendió a los 4 casi encima de los escenarios. Siempre he demostrado yo gran admiración por el hecho de poder memorizar esos diálogos a una cierta edad, y encima, hacerlo tan bien.
Agustín González, Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez, y ahora, Manuel Alexandre.
Ellos que han estado casi 70 años haciendo películas (ya se dice pronto) y que nos han dejado numerosos y excelentes títulos, los cuáles no voy a nombrar porque me llevaría mucho tiempo y posiblemente, otra entrada en el blog. Leyendo las noticias sobre la muerte de Alexandre, me he sorprendido (y no sé por qué, porque era un todoterreno) al leer que ha realizado la friolera de 300 películas, sumándole las obras de teatros y series de televisión que tampoco han sido pocas. Toda su vida dedicada a esta profesión, a este maravilloso arte de contar historias.

Lo he sentido muchísimo, era como un abuelo, mejor aún, era Don Mati, (¿quién no se acuerda de Don Matías?).
Mi más sentido pésame a la familia, y a todos los que amamos este loco mundo del cine, pues hoy el séptimo arte está de luto.

Hoy el café, esos que tanto habrás tomado durante las tertulias de la Juventud Creadora en el magnífico Café de Gijón de Madrid (C/ Recoletos), cuna de muchos artistas, tiene un sabor triste, aunque por otro lado, pienso que te estarán esperando, a prisa, porque comienza la función y tienes que entrar en escena, Agustín, Fernando y José Luis.

Siempre se van los mejores.

“Soy variable: un café, o un té con gotas, una horchata... Depende de cómo tengo el humor.” (Manuel Alexandre)

domingo, 10 de octubre de 2010

El aroma impregnado


Sábado por la mañana, bueno, técnicamente sería más correcto decir al mediodía, todo en silencio, sólo las gotas de lluvia golpeando en los cristales rompe el silencio en la habitación. No hay prisas, ni despertadores, ni cargo de conciencia que nos impida seguir durmiendo. Despertamos silenciosamente y sorprendidas al mirar el reloj. Hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de un sábado así, sólo para nosotras. Nos dirigimos casi por inercia hacia la cocina para meternos nuestra dosis de cafeína diaria, pero hoy sabe diferente. Hoy se bebe sólo por placer. El aroma del café impregna nuestra mañana de sábado, y nos marca las pausas que hemos de seguir para disfrutar de esa mañana, que ambas sabemos, tardará mucho en repetirse. Una mañana marcada por la lluvia, el café, y el modelado de plastilina que nos hace disfrutar como unas niñas pequeñas. Nada más importa. Desayuno a la hora de comer, almuerzo a la hora de merendar. No tiene manillas nuestro reloj en el día de hoy, nosotras marcamos el ritmo. Y para terminar, el mejor de los finales, pese a que la noche se interrumpiese porque nos volvió a atrapar el reloj, el cargo de conciencia, y el despertador que sonaría a la mañana siguiente.

"El mejor café, el que se toma en buena compañía"

P.D La foto es del delicioso café que nos tomamos en una carismática cafetería de Cracovia, cuando de repente nos sorprendió una tomenta en pleno mes de agosto.