¡Ay! Si ya lo sabía yo , hoy no iba a ser una buena mañana, y mucho menos un buen día. El que me sentase mal el café de la mañana, mi dosis necesaria para arrancar, no era buena señal. Supongo que ha pesado más el cansancio acumulado y el salir a las tantas ayer de trabajar, que el escuchar esta mañana, que también tiene tela, la noticia de las personas mayores y su prohibición de jugar al bingo, ¡qué mal harán ellos! Por esa regla de tres mi abuela de pequeña solo intentaba que yo fuese una delincuente en potencia y no, simplemente, distraerme como creíamos tanto ella como yo.
Iba para el trabajo, con una mala cara, que por mucho aparentar, el mal cuerpo y el careto que gastaba no me lo quitaba nadie, y mucho menos engañaba a nadie. Las gafas de sol disimulaban mis ojeras, pero no podía estar toda la mañana con ellas puestas, aunque me hubiese gustado.
La simple idea de no poder tomarme otro café hasta después de comer me aterrorizaba, iba a ser incapaz, iba a resultarme imposible. Por eso y como iba con tiempo, porque Cuqui (mi perro) se ha encargado de despertarme 10 minutos antes de que sonase el despertador (detallazo por su parte pues un despertar suyo es mejor que el del despertador), he decidido tomarme un café, porque la idea de aguantar toda la mañana tomándome sólo un zumito, pues como que no.
Aún así, con mi dosis de cafeína revitalizadora, ha llegado. Hacía tiempo que no venía, hacía tiempo que no sabía de ella, pero hoy decidió aparecer. ¡Bienvenida Migraña! Y sí, tiene que ser Migraña esta vez y no Jaqueca, porque quiero, con mis instintos asesinos que afloran, arrancarme la cuenca del ojo derecho de cuajo.
Pero en fin, echado todo lo que me tenía que echar, hecho todo lo que tenía que hacer, y tomado todo lo “tomable” posible, que si me parase la policía daba positivo en estupefaciente fijo, pues pese a todo ello, ahí sigue cada vez más leve pero ahí sigue.
Pero nada, y mucho menos ella, me va a impedir ir a mi cita semanal de Cervezoterapia, cuando llegan las 6 de la tarde suelo cambiar cerveza por café, y la cervezoterapia de los miércoles, en ese bar al que nosotros le cambiamos el nombre porque nos gusta más, esa cita es imperdonable.
Seré buena y no tomaré cerveza, pero necesito la terapia semanal, aunque al menos sea para contar mis sueños sádico-terroríficos a modo de película con Juan Echanove, y es que supongo que eso de los sueños me lo tendría que mirar un especialista, porque sinceramente, lo que sueño no es normal. Algunos dicen que estoy loca, que es de psiquiatra lo mío, otros dicen que soy un genio y que no dejo de crear (pelotas), otros, y los más sinceros, dicen que es porque no descanso bien (teoría que más me convence). Y la verdad llevo así mucho tiempo, y puede que sea el motivo de la visita inesperada de Migraña, y puede que sea el motivo de mis “pajas mentales” y puede que sea el motivo de muchas más cosas.
Pero la verdad, y como dice el dicho (valga la redundancia) sarna con gusto no pica. Y no me veo sin café, sin cerveza y mucho menos sin mis sueños (una lleva tanto tiempo que ya se acostumbre a vivir noche tras noches historias cuanto menos curiosas).
Además, la cervezoterapia lo cura todo, si no lo habéis probado, hacedlo. Migraña se vendrá esta noche, y espero que se emborrache ella y me deje en paz para poder seguir disfrutando de la velada, que ya por hoy la he aguantado suficiente.
"Mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas." (Manuel Vicent)