
Sin duda la necesidad de beberme este café de la tarde no es cuestionable, pese a mis malestares estomacales de los últimos días। Las pocas horas de sueño diarias venideras de la visita a la mente de recuerdos, preocupaciones y estreses varios, me hacen que venga a trabajar haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener los ojos abiertos, con lo cual este café es más que necesario (si se pudiera diría que me lo inyectasen directamente en vena).
Quizás el gato negro atropellado (una imagen bastante desagradable) que he visto en la puerta al entrar, o el pájaro muerto (negro también) que vi el otro día a la entrada de mi retorno a las clases de inglés, sean señales de un mal presagio, algo que se acumula a la serie de infortunios que se acometen en mi vida en estas últimas semanas.
He sido receptora de la noticia, casi por sorpresa, y sin esperármelo. Sin buscarlo ha llegado ante mí, algo que se creía superado (en proceso de cicatrización) y que podía haber seguido así, porque tener esa información sólo hace que te den ganas de patalear como un niño chico, y que entres en un estado de rabia al sentir como si te hubieran tomado el pelo (otra vez).
Cosas que mejor no saber, no enterarse, porque ya nada va a cambiar, ya no se puede.
Dicen que la ignorancia es felicidad, pues creo que en algunos casos, sí.
Este es el caso.
Si no hay café para todos, no habrá para nadie. (Ernesto “Ché” Guevara)
1 comentario:
Opino igual, la ignorancia a veces es una protección. yo a veces he preferido no saber. Oye, el gato, el pájaro...huy, que mal rollito. ¡Ponme un café maja!
Escribes muy bien maja.
Un saludo.
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