
Ayer no hicieron falta cafés para mantenerme despierta. El estado de nervios me lo desató una llamada inesperada, para una entrevista impensable y una respuesta magnífica.
Ese estado de nervios fue experimentando una evolución un tanto curiosa. Del nerviosismo previo a esa entrevista, que te sube la moral al abrirse una puerta a una nueva oportunidad, al nerviosismo histérico de estar arreglada, de punta en blanco, para dicha entrevista una hora antes, sentada en tu sofá y mirando sin parar el reloj como si así las horas fuesen a pasar más rápido. De ese nerviosismo, pasé al nerviosismo del arrepentimiento: tenía que haber dicho esto, tenía que haber dicho aquello, no tenía que haber hecho ese gesto, mejor aquel otro…
Ese nerviosismo, pasó al estado de alerta de un “ya te llamaremos esta tarde” que me mantuvo con el corazón en un puño y que me hacía pegar un salto y tener una aceleración de las pulsaciones cardiacas cada vez que me sonaba el móvil. Mi propia imagen me recordaba a una María Esteve desesperada gritando al teléfono que sonase en la película “Nada en la Nevera” (dejó aquí el enlace, no he encontrado la escena concreta al a que me refiero, pero servirá para que os hagáis una idea a aquellos que no han visto la película -una película que me encanta y con la que me parto siempre que la veo-).
Pero al final pasó, la llamada llegó y la respuesta fue la mejor que podían escuchar mis oídos. Las manos me temblaban (y no debido a la ingesta de cafeína), la voz me salía temblorosa, lo había conseguido. Estaba que no podía contener la alegría, y una sonrisa me esbozaba de oreja a oreja. No me lo podía. No me lo puedo aún creer.
Las cosas vienen, sin más. Y ya era necesario, necesitaba un cambio, necesitaba resurgir, cuál ave Fénix, de mis cenizas. Necesitaba un golpe de suerte, y que las cosas empezasen a ir mejor.
Y el mejor sabor del día de hoy, no ha sido el de una taza de café, sino el que me han dejado mis compañeros del anterior trabajo. Una cálida despedida, que me ha hecho sentir todo el cariño que hemos estado cosechando conjuntamente todo este tiempo atrás.
"Tú crees en el ron del café, en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados." (Paul Verlaine)